"No somos seres humanos teniendo una experiencia
espiritual, somos seres espirituales, teniendo una experiencia humana". Teilhard de Chardin
“Había una vez un hombre devoto que dedicaba su tiempo a la oración y meditación, su objetivo eran las cosas del alma y la búsqueda de
Entonces ocurrió que los dos murieron a la vez, pues se produjo un enorme desastre natural y así los dos se vieron frente a la corte celestial. Allí se les dijo: “cada cual somos lo que cosechamos”. Así el hombre devoto fue condenado por no haber vivido su vida con satisfacción y agradecimiento y además haber tenido sentimientos negativos hacia otros y la prostituta fue salvada, pues ella había vivido su vida con gratitud, aceptación y pensamientos amables hacia los demás”.
El ego trata constantemente de arrastrarnos hacia
sus aspiraciones de autoafirmación egocéntrica. No le interesa la serenidad que te concede la conciencia espiritual ni está dispuesto a despertar tu naturaleza
unitiva que pueda eliminar el marcado sentido de la individualidad en el que se escuda para
sostenerse.
¿Existe diferencia entre un virtuoso
y un perverso? No. ¿Entre un ateo
y un devoto? No. ¿Entre un bandido y su víctima? No. ¿Entre un rey y su súbdito?
No. ¿Entre un triunfo y un fracaso? No. ¿Entre el iluminado y el dormido? No. La dualidad es producto de la ignorancia
y nunca del conocimiento sabio. No
existe diferenciación alguna entre las
personas, ni siquiera de sexo. Somos todos los mismos seres espirituales ante
una misma Fuente Original.
El mismo
espíritu que acompaña al virtuoso, acompaña al
perverso. El mismo espíritu que acompaña al ateo acompaña al devoto. El
mismo espíritu que acompaña al bandido acompaña a la víctima. El mismo
espíritu que acompaña al rey acompaña al súbdito. El mismo espíritu que acompaña al triunfo
acompaña al fracaso. Y el mismo espíritu
que acompaña al iluminado acompaña al dormido.
La coincidencia espiritual es
plural y común para los humanos. La singularidad está en los contenidos, siempre
variados, del alma, pero nunca en las capacidades, siempre constantes, del
espíritu que la acompaña.
La única distinción posible entre un individuo y otro se encuentra en el grado
de vinculación que mantienen con la condición
espiritual que comparten. Uno no debe dejarse anestesiar por lo que
desde lo aparente aflora a la superficie
como original.
Si quieres descubrir quién eres, deberás desechar toda esta
carcasa que te desfigura e impide el reflejo de tu verdadera identidad.
Libérate del engaño de la separación y empezarás a ser tu mismo.
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