“Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa rícamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados.
Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente”.
Siempre me ha gustado este cuento oriental. No hay mucho que comentar pero sí, que reflexionar.
Hola Emma,
ResponderEliminarbuen artículo para los tiempos que corren. La colaboración es la clave de la supervivencia. Estamos inmersos en una sociedad individualista y muy competitiva. Y está más que probado que cuando se unen personas, entidades, organizaciones... tienen más fuerza. Un ejemplo de ello son los movimientos sociales como el 15M o las protestas de los vecinos de un barrio en contra de los desahucios.
¿Cuándo lo entenderemos?