La verdad, es que no todos los cambios acaban siendo
transformacionales. Los cambios pueden ser buenos y positivos pero no por ello
suficientes para que se produzca una verdadera transformación.
Nos podemos proponer cambiar algunas aspectos de nuestro día
a día. Modificar pequeños detalles en nuestra manera de vivir, en nuestra forma de comportarnos e incluso decidir cambios mayores como cambiar de país, de
ciudad, de entorno, de residencia, de trabajo, de pareja, de amigos y sin
embargo seguir atrapados en el mismo estado de ser. Nuestros pensamientos,
nuestras emociones y estilos de respuesta, nos acompañan allí donde vamos y es
muy probable que, a causa de ello, generemos el mismo tipo de experiencia una y
otra vez por más que intentemos que nuestra vida cambie y se transforme.
Cuando tomamos la determinación de
cambiar es posible que empecemos por
variar aspectos que quizás nos molesten o no nos gusten de nosotros mismos o incluso que
nos gusten y simplemente quisiéramos mejorar pero en realidad, esos pequeños o grandes cambios no producen
la transformación que realmente anhelamos en nuestro estado de ser.
El cambio no
siempre es suficiente.
Para que una
transformación sea real tiene que pasar,
necesariamente, por cambiar algo de
nosotros mismos que nos lleve a convertirnos, literalmente, en una nueva
persona. En una persona que piensa, siente y actúa de una manera totalmente
renovada y conectada con su naturaleza esencial. Cambiar el decorado de nuestra vida (trabajo,
pareja, amigos, residencia, ocio, formación, dinero) no será suficiente si no va acompañado de una auténtica revolución interior. Transformarse para mejorar y crear una
nueva realidad existencial, significa
dar un salto radical a otro escenario de vida donde todo sea más auténtico y
genuino Y eso puede ocurrir en un solo instante
de lucidez y conciencia pura. En un instante de revolución interior donde todo
se perciba con absoluta claridad. Donde finalmente comprendes quien eres y
donde quieres estar.
La
intención de cambiar es el primer paso
para la transformación pero los cambios, acostumbran a tener un carácter más
pasivo y estático. Suelen ser más superficiales y aparentes.
Por el contrario, la transformación es un proceso más dinámico y enérgico
que nos lleva a conectar con lo más profundo de
nuestro interior y despertar nuestra
inteligencia intuitiva y esencial. De nada sirve empeñarnos en perseguir una meta si mi corazón no está
ahí. No puedo obtener amor sí yo misma, no
soy amor. No puedo obtener abundancia sí
yo misma, no me siento plena. No puedo aquietar mi mente sí yo misma, no soy serenidad.
No puedo tener felicidad y bienestar si
no encuentro bienestar y felicidad
dentro de mí.
Cuando mente
y corazón se alinean, el universo vibra contigo y aquello que anhelas se acerca
a ti, no desde la necesidad y los condicionamientos impuestos por lo que crees
o piensas que debe ser tu vida, si no desde la convicción de que aquello que
buscas está en ti como parte de tu plan de vida. Sin que exista contradicción alguna
entre lo que quiere tu mente (deseo) y lo que
ya es.
Está
demostrado que el componente magnético del campo del corazón, es mucho mayor
que el campo magnético producido por el cerebro. Esto explicaría, utilizando un
ejemplo sencillo, por qué determinadas personas han sido capaces de dejar de
fumar en 24 horas y otras pierden su tiempo en métodos de todo tipo sin éxito
alguno. De alguna manera, mientras uno lo ha sentido desde lo más profundo de
su ser y se proyecta al mundo exterior como “no fumador” el otro permanece enganchado
a su hábito manejando variedad de mecanismos mentales y métodos que nunca llegan a consolidarse en
el resultado esperado. Uno cambia de escenario (no fumador) y el otro va
cambiando decorados (continua como fumador).Si queremos un buen final, mente y corazón deben ir de la mano en la consecución
de cualquier objetivo anhelado desde la libertad de ser. Confía en que todo
está ahí para ti. Siembra la semilla, inicia la metamorfosis y tu determinación
y voluntad harán el resto.
A menudo,
caemos en la tentación de creer que las cosas cambiarán por sí mismas. Deseamos que las circunstancias mejoren y
creemos que si nuestra vida cambia, si nuestras condiciones varían todo
cambiará para nosotros. Pero, en realidad, somos nosotros mismos los que
debemos cambiar hasta llegar a transformarnos en aquello que ya somos desde
nuestro valor esencial.
La forma de
interpretar nuestra realidad y responder ante ella suele ser un reflejo de cómo nos sentimos en nuestro
interior y desde ese mismo interior es donde se inicia la verdadera
transformación.
El mundo suele
ser un reflejo de lo que proyectamos
desde nuestro interior. Desde este punto de vista, es bien cierto que, si yo
"cambio" (interiormente) todo se transforma.
Empieza a ser tú mismo, aquello a lo que
aspiras (amor, felicidad, plenitud, bienestar, abundancia, respeto,
compasión) y aquello que quieres, vendrá a ti.
Sin revolución interior, no hay
cambio ni transformación.
Muy buenas reflexiones que ayudan y mucho a visualizar lo que tímidamente intuyo!!!
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