martes, 29 de agosto de 2017

¿Presente o Realidad?


        Vivir el presente parece ser la clave del bienestar y la plenitud de vida. 

        Hoy se nos invita a centrarnos y vivir en el momento presente y  aun así, existen muchas dudas acerca de lo  implica o significa vivir el presente.

        Está claro que somos memoria, además de otras muchas cosas. Y esa misma memoria es la que, a menudo, nos impide centrarnos en el ahora y vivir el momento presente. Sin poder observar y experimentar  la realidad en su total y absoluta plenitud. Libre de lo que fue o está condicionado a ser.

        En ocasiones, la memoria suele ser una interferencia para percibir y comprender lo que “es”.  Un estorbo para distinguir lo que "es" y "soy" en este mismo instante.

        Por eso prefiero hablar de “vivir la realidad” más que de “vivir el presente”. Y entonces, suelen preguntarme:

-¿Qué es la realidad?-  
Y una vez más encuentro la respuesta en las neurociencias.

        El cerebro tiene la función básica de interpretar, descifrar y responder ante la realidad que percibimos para así aprender a partir de ella y sobrevivir (sobrevivir como individuo,  familia,  grupo, especie, o como bandera, cultura, ideología, creencias). 

           Fundamentalmente, el cerebro, interpreta, descifra, responde y aprende.

          Y para ello, hace uso de todos los datos que han sido  registrados y almacenados previamente, a lo largo de toda nuestra vida e incluso de toda nuestra existencia.  Nuestro cerebro valora y sopesa la información registrada en nuestra memoria continuamente y, a partir de ella, toma  decisiones y crea su propia realidad. Y al decir crea su propia realidad, quiero decir “crea su propia realidad”.  Y aquí empieza el engaño.

        La realidad que percibimos e interpretamos acostumbra a ser  más subjetiva que objetiva al matizar lo que  observamos con la impronta de nuestra propia historia. Con la huella de un pasado repleto de datos. Abarrotado de información que se remonta, ya no sólo a nuestra historia particular (familiar, social, cultural) sino  incluso,  a los mismos orígenes de la humanidad y que permanecen grabados en nuestra memoria genética, trasmitiéndose de generación en generación. Desde el primer ser humano hasta nuestros padres y de nuestros padres a nosotros y de nosotros a nuestros hijos y de estos a sus descendientes. 

        Percibimos y respondemos a la realidad según nuestro particular histórico. Esta es la razón principal por la que muchas veces,  no podamos ver la realidad tal y como es. Y por la que se afirma que las cosas no son siempre como parecen ser. Entre nosotros,  pueden existir tantas maneras diferentes de interpretar la realidad y vivir el presente, como historias particulares.

        El cerebro funciona u opera de la misma manera que un estadístico.

        Continuamente aplica cálculo de probabilidades para procesar los datos que recibe del exterior, hacer valoraciones y, a partir de ellas, tomar decisiones.  Y todo ello en cuestión de milisegundos. De esta manera,  el cerebro, dirige nuestra vida a partir de lo que fue. Incapaz de centrarse en el momento presente.

        Es a causa de ello, que nuestro pasado puede convertir  nuestra vida presente en una continua repetición de programas inconscientes y antiguos, que alteran nuestra percepción de la realidad y no nos permite observarla tal y como es.  En estado presente y real. 


Como bien dice José Saramago. 

“Somos la memoria  que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir”.
        



















        

El terrorismo como espectáculo.


A propósito del terrorismo me ha parecido interesante la reflexión del historiador Yuval Noah Harari.  Comparto su pensar y también quiero compartirlo con vosotros.  

El terrorismo es una estrategia de debilidad que adoptan aquellos que carecen de acceso al poder real.

¿Cómo es posible, pues, que los terroristas consigan copar los titulares y cambiar la
situación política en todo el mundo? Porque provocan que sus enemigos reaccionen
de manera desproporcionada.

En esencia, el terrorismo es un espectáculo. 

Los terroristas organizan un espectáculo de violencia pavoroso, que capta nuestra imaginación y hace que nos sintamos como si retrocediéramos hasta el caos medieval. En consecuencia, los estados suelen sentirse obligados a reaccionar frente al teatro del terrorismo con un espectáculo de seguridad y orquestan exhibiciones de fuerza formidables, como la persecución de poblaciones enteras o la invasión de países extranjeros. En la mayoría de los casos, esta reacción desmesurada ante el terrorismo genera una amenaza mucho mayor para nuestra seguridad que los propios terroristas.

Los terroristas son como una mosca que intenta destruir una cacharrería. La mosca
es tan débil que no puede mover siquiera una taza. De modo que encuentra un toro,
se introduce en su oreja y empieza a zumbar. El toro enloquece de miedo e ira, y
destruye la cacharrería.

Por sí solos, los terroristas son demasiado débiles para arrastrarnos de vuelta a la Edad Media y restablecer la ley de la selva.  pero al final todo dependerá de nuestras reacciones.



Si la ley de la selva vuelve a imperar con fuerza, la culpa no será de los terroristas.