lunes, 29 de mayo de 2017



        Hoy he recibido este artículo que me ha dejado un poco perpleja, sobre todo al ver cuestionada la profesionalidad de algunas personas que conozco, respeto y valoro como, Eva Juan Linares: 


“Así embaucan 30 curanderos a enfermos desesperados con psicomagia o agua de mar”

http://www.elespanol.com/reportajes/grandes-historias/20170526/218978552_0.html

        Entiendo lo que se pretende con este tipo de información:  alertar a las personas afectadas de cáncer del peligro que puede suponer la invitación al uso de determinadas prácticas que, con escaso rigor científico, alientan a la curación con el único objetivo de engañar y lucrar los bolsillos de aquellos que las proponen, sirviéndose de la fragilidad del paciente de cáncer, siempre temeroso ante una perspectiva de vida incierta. 

        Estoy de acuerdo en que habría que frenar este tipo de terapias que se alimentan y crecen a partir del miedo y la debilidad ajena. De hecho, he denunciado alguna que otra práctica. Sin embargo, tengo que reconocer qué, meter a todos en un mismo saco y de una manera indiscriminada,  es injusto y raya lo absurdo.

        Mi vida profesional como psicóloga, la he dedicado, prácticamente, a la oncología y  puedo hablar con bastante criterio y experiencia. Considero inadmisible que se cuestione la psicología aplicada al cáncer y que sea catalogada por los autores de este artículo, como “pseudociencia”.

-!Perdón¡, ¿lo he entendido bien?- Eso parece.

         Incluso que se desconozca el significado del término bioneuroemoción (somos memoria) o que se ponga en duda la influencia de la dieta y los hábitos de conducta en nuestra salud. Es algo que bajo mi punto de vista limita con la más absoluta ignorancia. Hasta puedo entregar mi reconocimiento a los movimientos filosóficos que buscan acercarnos a las realidades espirituales. 

        ¿Acaso no existe en  nosotros una dimensión espiritual?

        No albergo ninguna duda.  Y es tan significativa y relevante,  en nuestra constitución, como lo son la mente y el cuerpo (la psique y el soma).

                                  Somos cuerpo, mente y espíritu. Así es.

        Como seres humanos estamos constituidos por una realidad física, una realidad mental y una realidad espiritual. Y estoy preparada para defender esta afirmación en cualquier medio o foro abierto. De hecho, empiezo a tener muchísimas ganas de alzar la voz y hablar  desde la evidencia. Una evidencia que, por ser única, no deja de ser menos científica. Creo que ya es hora de empezar a “salir del armario” (término qué, en su día, me molestó bastante) y que podamos referirnos a la espiritualidad,  sin ningún tipo de reservas.

        A favor del artículo, tengo que reconocer que atribuir el origen de la enfermedad  a causas "absolutamente psíquicas o emocionales" (nueva medicina germánica) me resulta un tanto  inquietante. Pero, no por ello vamos a restarle importancia a la influencia de la psique en el mantenimiento de la salud o en el proceso de enfermedad y su pronóstico.

        La causa de la enfermedad es multifactorial y cada uno de los factores deberían ser  tenidos en cuenta si se quiere ofrecer un tratamiento efectivo con resultados que se mantengan en el tiempo. Sanar va mucho más allá de la prescripción de un remedio físico.

Como escribió en su día el científico ruso, Metalnikov:

 "La inmunidad presenta un problema no sólo biológico y fisicoquímico sino también psicológico. En general, no tenemos suficientemente en cuanta el papel que desempeña el sistema nervioso ni tampoco el de la acción psíquica sobre la vida del organismo. Y, a pesar de ello, es incontestable que el debilitamiento de las fuerzas psíquicas no sólo es consecuencia, sino también la causa de diversas afecciones. Es lamentable que, en este aspecto, el estudio del organismo se encuentre tan atrasado. El papel de las fuerzas psíquicas y su influencia sobre la vida del cuerpo son muy grandes, incomparablemente más grandes de lo que se piensa. Todos los órganos: el corazón, los pulmones, los intestinos, las glándulas de secreción interna, se encuentren estrechamente unidos al sistema nervioso. Esta es la razón de que el estado psíquico del paciente, en todas las enfermedades, tenga tanta importancia. Conociendo todo esto, debemos comprender que en la lucha contra las enfermedades, es tan necesario actuar sobre el psiquismo como prescribir medicación".

        Hoy sabemos, por ejemplo, que el estrés afecta al sistema inmunológico de una manera considerable y qué, como consecuencia, la vulnerabilidad a la enfermedad aumenta.  Por supuesto, tampoco existe ninguna duda de que el estrés (distress) que se desencadena a partir del diagnóstico de cáncer puede ser tan nocivo como la propia enfermedad. Las emociones son química y la química generada por las emociones, en nuestro cerebro, tiene una repercusión continua en nuestro organismo. A la rama de la ciencia que estudia la conexión entre la psique y el sistema inmunológico se le llama Psiconeuroendocrinoinmunología.

        La misma revista científica, The Lancet publicó un interesante artículo en 1987 que decía:  

"Desde el momento en que el estado psicológico de un individuo es potencialmente capaz de influir en el curso de enfermedades en las que se encuentra implicado el sistema inmunitario -tales como infecciones, enfermedades autoimnunes y ciertos tipos de cáncer- la investigación de los vínculos existentes entre el psiquismo y la inmunidad posee tres importantes consecuencias clínicas:

Ø  Posibilidad de que los tratamientos psicológicos puedan usarse como terapéuticas de apoyo para debilitar la respuesta inmunológica tanto en enfermedades amenazadoras para la vida como en trastornos menos graves;
Ø  Posibilidad de que tales tratamientos puedan usarse, igualmente, para mejorar la actividad del sistema inmunitario, particularmente, en grupos especialmente vulnerables;
Ø  Finalmente, clarificación de la importancia de la protección que es capaz de proporcionar un enfoque positivo de la existencia".

        A lo largo de los años, he sido testigos de curaciones, “aparentemente milagrosas” que poco tienen que ver con el milagro y mucho con el autoconocimiento, la bioinformación aplicada  y el hecho de aceptar “la urgencia” de un cambio, en el modo de vida del paciente.  Pero con ello no quiero afirmar que la enfermedad sea siempre una lección de vida. También somos “máquina” y por ello, susceptibles de avería, deterioro, accidente y muerte prematura. Es algo que siempre repito: - la enfermedad ha podido venir a enseñarte pero también puede haber venido a llevarte-  Y no por ello ser un perdedor o un fracasado en tu búsqueda de la curación. Tal y como expliqué en un post que escribí hace algún tiempo (http://emmabarthe.blogspot.com.es/2013/03/que-puede-haber-mas-alla-de-la_10.html)

        En el artículo,  motivo de este escrito, se nombran  algunos casos de personas fallecidas como consecuencia  de haber abandonado los tratamientos médicos convencionales a cambio de otras alternativas. No pretendo defender  a los supuestos vendedores de tales remedios mágicos (añado falsos) que no dudo, existen, pero seamos sinceros, por un momento. ¿Cuánta gente diagnosticada de cáncer muere a pesar de los tratamientos médicos convencionales? ¿Qué pasaría si alzaran las voces todas esas personas que han sufrido las secuelas y los efectos secundarios de tratamientos altamente nocivos para su cuerpo y no consiguieron la remisión de la enfermedad? Imposible, no pueden. Todas ellas murieron.  

       Según la OMS (Organización Mundial de la salud) el cáncer es la principal causa de muerte en todo el mundo. En 2015 se atribuyeron a esta enfermedad 8,8 millones de defunciones. Así mismo se reconoce que los cinco tipos de cáncer que causan un mayor número de fallecimientos son los siguientes:

Ø  Pulmonar (1,69 millones de defunciones)
Ø  Hepático (788 000 defunciones)
Ø  Colorrectal (774 000 defunciones)
Ø  Gástrico (754 000 defunciones)
Ø  Mamario (571 000 defunciones)



        En concreto y referido al cáncer de pulmón, para el 2017,  los cálculos de la Sociedad Americana Contra El Cáncer  en los Estados Unidos son:

Ø   Alrededor de 222,500 nuevos casos de cáncer de pulmón (116,990 hombres y 105,510 mujeres).
Ø  Alrededor de 155,870 personas morirán a causa de cáncer de pulmón (84,590 hombres y 71,280 mujeres).

Y como información añadida, saber que  la incidencia del cáncer en España supera ya lo previsto para 2020.

       Y entonces, ¿qué podemos decir ante esta realidad? ¿Qué  pasa con todos esas defunciones?  ¿Qué ocurriría si todos ellos opinaran de la misma manera acerca del tratamiento médico? ¿A dónde les llevó o llevará  el tratamiento? Quizás habría que determinar cuantas de esas personas fallecidas, renunciaron a la medicina convencional. Como es habitual, podemos encontrar justificación para cualquier tipo de argumento: A favor o en contra. 

                La gente vive después de un cáncer y la gente muere a causa del cáncer. No podemos saber, con absoluta certeza, que esas personas, a las que hace referencia el artículo, hubieran conseguido la curación. Existen interesantes investigaciones de vanguardia que intentan averiguar porque la quimioterapia es  efectiva en algunos casos y no lo es, en otros. Una posible resistencia al tratamiento de origen interno.

             La gente busca nuevas alternativas, nuevas posibilidades ante la incertidumbre de la medicina convencional en el tratamiento del cáncer. Sin que debamos menospreciar los incuestionables avances de la medicina, en cuanto al diagnóstico precoz y los nuevos tratamientos farmacológicos. Pero también busca conocer de que manera despertar los mecanismos internos de autocuración del propio cuerpo, desde el autodominio.

         En mi opinión particular y, visto lo visto, creo que lo más adecuado sería invertir mayores recursos  para impulsar estudios innovadores dirigidos a valorar posibilidades de tratamiento que incluyan la conexión cuerpo mente. Así como para descubrir terapias menos invasivas y que potencien la inmunidad del organismo. En el futuro, los tratamientos del cáncer se dedicarán más a potenciar las defensas del organismo que a destruirlas. Hoy, es lo que tenemos.

        Podemos favorecer o entorpecer la salud e influir en nuestro organismo a través de nuestra conducta y nuestra forma de sentir y pensar.  Cuestionar esta realidad sólo puede ser debido a un nivel muy escaso de conocimiento y conciencia.  Lo que me lleva a concluir que este tipo de artículos que intentan frenar el avance hacia lo nuevo y se resisten al cambio, son parte del propio proceso de evolución que suele generar detractores que defienden lo viejo y conocido e impiden la entrada a un nuevo paradigma. 

La historia demuestra que siempre ha sido así. Newton lo explica muy bien en su ley de acción –reacción:

 “Si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), éste reacciona contra aquél con otra fuerza de igual valor y dirección, pero de sentido contrario (reacción)”.

        Hoy la acción es la nueva visión de la medicina integrativa y completa (contemplando todas las realidades del ser) y la reacción, los que se oponen a ella.

       Demos la bienvenida a los pioneros de este nuevo paradigma. Por supuesto desde el rigor y la seriedad científica. 

Y a los pacientes, les aconsejo, que se protejan contra esos embaucadores pero que no dejen de creer en lo integrativo y lo complementario, pero sobre todo, que no dejen de creer en sí mismos ni en su potencial para sanar. A veces, pienso que hace más daño la palabra que la propia enfermedad. 




Ante cualquier enfermedad debería comenzar tratando de determinar el nivel en el que se presentan la anomalías y procediendo desde abajo hacia arriba”. Es decir que: primero habría que buscar las posibles causas físicas; luego habría que pasar a las posibles causas emocionales, después a las causas mentales y por último, habría también que pasar revista a las posibles causas espirituales”.  Ken Wilber